Tu avión acaba de aterrizar en el aeropuerto de Porto Santo por a saber qué problema. Por los altavoces solamente se escucharon balbuceos y nadie que estuviese contigo en el avión se enteró. El personal te apresura a salir del avión y, una vez en la puerta de embarque, encuentras a una agradable empleada para preguntarle dónde puedes coger el siguiente avión para llegar a tu destino. Anabela (nombre que lees en la placa de su chaqueta), te da las indicaciones. Vas caminando, sin prisa, e impulsado por las ganas que tienes de ver a tu hijo, entras en una colorida tienda y le compras un regalo. Continúas tu rumbo y ves una cara que te resulta familiar. Anabela está ahí, con la característica sonrisa de formación profesional. Miras al frente, sientes un poco de vergüenza al pensar que te has despistado y que has cogido la dirección equivocada. Así que aceleras el paso y vuelves a seguir sus instrucciones, pero cada vez que lo haces vuelves al mismo punto, cruzando de nuevo con Anabela y con la extraña sensación de que el número de personas a tu alrededor se reduce. De pronto las pantallas anunciando los vuelos son sustituidas por avisos de actualización a Windows 11 y tras mirar la hora en tu reloj y ver sorprendido que lo que parecieron minutos han sido horas, te das cuenta de que estás completamente a solas con Anabela. Ves cómo ella se acerca a ti, desabotonándose la camisa mientras dice: “Por fin podemos tener algo de intimidad”. Sus habilidosos dedos van dejando ver poco a poco su busto tras el sujetador y comienzas a oír unos gritos según llega a la tripa a comienzas a ver, con incredulidad, una cara rolliza. “¿Mi bebé tiene hambre?”, pregunta Anabela, mientras acaricia suavemente uno de los mofletes que sobresalen de su abdomen. ¿Qué haces? ¿Quizá compraste algo en la tienda que podría ayudarte?
Voy a tener que mandarlo a fascículos.
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Genial, no sé de donde sacan a la gente para trabajar a día de hoy. Medio país en paro y la gente no sabe hablar un mínimo de ingles asequible, pienso tras oír el inteligible mensaje del capitán. Pregunté a mi alrededor pero ninguno se había enterado del anuncio del piloto. Bueno, igual es que hay demasiada gente con inglés nivel medio...
Llego al aeropuerto donde un bombón de chica me atiende sonriente, Anabela pone en la placa. Me da unas indicaciones que mi cerebro completamente ignora porque estoy mirando esas dos pedazo de… tet, ojos, ojos, que ojazos tiene Dios mio. Redondos, grandes, turgen... Bueno sigo adelante y como no me he enterado de sus explicaciones por una distracción tonta decido meterme en una tienda a comprarle un regalo a mi hijo. Legos, relojes de marca Swatch, gafas Rayban, adaptadores de enchufe, parece que todos los aeropuertos sean iguales.
Pero entonces ahí está, entre el Bombay Saphire y un fortín de paquetes de Ducados, un objeto grande, largo, dulce, seductor y… triangular, muy triangular. Un Toblerone gigante con capacidad de producir diabetes y alimentar a una familia durante un apagón eléctrico.
Espero que le guste, pienso, mientras voy a la caja a pagar, pero no hay nadie. Miro más y veo la caja de autopago, me dirijo a ella, pero tiene una pantalla azul con dos puntos y una apertura de paréntesis de color blanco. Un pequeño icono que nos muestra un símil con la cara que debieron de poner los trabajadores del equipo de testeo de Microsoft cuando fueron despedidos por un algoritmo.